Mensaje
por Isawa_Mitsuomi » Mar Feb 22, 2011 4:11 pm
Doji Yume-Hime
Por lo que me contais deben ser unas historias fascinantes -dijo la joven llena de admiración. Y no parecía estar simplemente halagándote, mucho había de sincero en su expresión y en sus palabras-. Un personaje así, tan vinculado a lo sobrenatural pero sin cargar con la rigidez y solemnidad de un sacerdote o de un shugenja, resulta sin duda muy atractivo, además el tener un ojo de cada color lo hace aún más interesante.
Sí, sí -continuó tras reflexionar por unos segundos-, un personaje femenino como el que describís puede crear un contrapunto perfecto, pues está lleno de intriga y de posibilidades. No dudeis que le hablaré a mi señor de vuestra obra y trataré de convencerla para que la lea si no lo ha hecho ya. Además, así podré leerla yo también. Le va a parecer una coincidencia muy curiosa.
Antes de que pudieras preguntar nada acerca de esas últimas palabras, la joven se acercó ligeramente a ti.
Pero, decidme, ¿y el romance? -preguntó intrigada-, porque creo que los dos personajes se enamorarán uno de otro, ¿no es así? Aunque probablemente sea un amor trágico... en esas circunstancias siempre lo es...
Hida Genbu
Las Fortunas ejercen su justicia allí donde no llega la de los mortales -afirmó con rotundidad aunque en tono pausado el Seppun-. Muchos se sacrifican noblemente por el Imperio y muchos son también los que cometen actos nefandos sin ser castigados, pero más allá de este Reino cada uno encuentra su lugar adecuado, ya sean los brillantes campos de Yomi o el sufrimiento perpétuo de alguno de los Reinos infernales.
No podías esperar que un Seppun apoyara tus palabras, aunque en ningún momento notaste acritud en el tono del miharu y, en cambio, pudiste percibir cierta resignación, como si a él tampoco le pareciera suficiente el castigo póstumo.
Nunca osaríamos pediros ningún favor al respecto -dijo muy respetuosamente el miharu-. Vos estais aquí como invitado por parte del Cangrejo y como hatamoto del noble Yaju-sama. Vais a estar demasiado ocupado como para tener que preocuparos por una rencilla entre familias ajenas. Además, tampoco deberían pagar inocentes por la culpabilidad de otros; sin embargo, no creo que pueda haber duda de que como samurai que sois haréis caer todas las consecuencias de la ley sobre cualquiera al que descubráis cometiendo un delito, incluso anticipándoos a la llegada de un magistrado si ésta no pudiera producirse con la adecuada prontitud.
El Seppun no había variado ni su expresión ni su tono, pero habías comprendido perfectamente que había una clara indirecta en aquellas últimas palabras. ¿Una petición velada tal vez?
El otro Seppun, el que no había hablado, te impidió continuar con aquella línea de pensamiento al decirte:
Disculpadnos, sama, pero si no deseais nada más, probablemente sería adecuado que fuéramos a echar un vistado a este pabellón para comprobar sus medidas de seguridad, igual que nuestros hermanos estarán haciéndolo con el edificio principal. Por supuesto, si no tenéis órdenes distintas que impartirnos.
Una clara manera de decirte que no deseaban que continuaras con aquel tema de conversación.
Mirumoto Kenshin
Haruyama te miró durante unos segundos antes de contestar. En sus labios se dibujaba una media sonrisa, como si estuviera calibrándote de alguna manera y el resultado de sus observaciones le complaciera. O simplemente es que se acababa de acordar de algún chiste.
La historia de la ciudad es verídica -dijo-. Yo mismo he podido estar junto al roble de las mandarinas y os puedo decir que aunque no seais afín a este tipo de cuestiones sentiréis el aura de veneración que envuelve al árbol. No en vano llegan peregrinos durante todo el año hasta el monasterio para rezar ante el roble no sólo por ellos mismos sino por la seguridad y el bienestar de la familia imperial, objetivo principal de la fundación del Monasterio de la Sublime Obediencia.
La tradición de que el gobernador pase a ser el abad del templo se inició con la llegada de los Escorpión, anteriormente el abad era elegido por el Maestro de los Diezmil Templos. Un privilegio más que ganaron los Escorpión cuando obtuvieron Mikan Mura. Nunca se ha presentado queja oficial al respecto, que yo sepa.
No es una tradición tan extraña, por otra parte. Muchos templos mayores suelen reservar sus altos cargos para los samurai que se retiran en ellos, a modo de agradecimiento por los donativos y prebendas que éstos les ofrecieron durante su vida activa. Este caso es quizás más notable porque no se dan estas situaciones... "mercantilistas", por llamarlas de alguna manera. Independientemente de como fuera cuando pertenecía al Escorpión, Renjô es un hombre íntegro y poseedor de esa sabiduría sencilla aunque profunda que otorga la experiencia. Ha ganado en serenidad y percepción desde que ocupa el cargo. Os lo presentaré en privado si lo deseais cuando estemos en la ciudad.
No puedo contaros gran cosa sobre la situación política de Mikan Mura y sobre las posibles intrigas que tengan lugar estos días, pues no sólo hace mucho que no visito la ciudad sino que desconozco la lista completa de invitados al evento. Aunque sí puedo informaros de que conoceremos al nuevo consul León. Estad atento a la reacción de su homónimo Grulla, puede ser interesante, pero me temo que cuando se entable la partida entre ambos, nosotros ya habremos abandonado Mikan Mura.
Akodo Tesshu
¿Vendríais a ayudarme si durante la danza tropezase y cayese? -preguntó Tsubaki con una deliciosa sonrisa que nada tenía de inocente-. Vuestra solicitud me resulta encantadora, pero temo que será inútil, pues, ¿quién querría dañar a una danzarina ciega carente de toda importancia? A partir de mañana, Mikan Mura tendrá como invitados a numerosos personajes importantes, como vuestra protegida. Ellos serán los necesitados de protección.
Aunque -su tono se hizo más bajo y vibrante- siempre he pensado que la intención es lo que cuenta. Estoy segura de que podré encontrar la manera de agradeceros vuestra cortesía.
Otomo Karasu
Al fin el viaje hacia Mikan Mura estaba a punto de concluir. Aunque largo, el trayecto no se te había hecho pesado en modo alguno, pues habías viajado con todas las comodidades posibles. Lo único que podías realmente criticar era la poca locuacidad de tus compañeros de viaje.
Hirokazu no se había mostrado en ningún momento hostil hacia ti, pero tampoco había propiciado la conversación o cualquier indicio de acercamiento entre ambos. Cuando le hablabas te contestaba con cordialidad pero sin extenderse demasiado, como si no quisiera ofrecerte nuevos temas de conversación para que pudierais continuar con la charla. Tampoco habías podido entablar demasiada conversación con Seppun Sojuro, el yojimbo de Hirokazu, un hombre enorme que más parecía un Cangrejo que un miharu.
Los tres habíais viajado a caballo, pero nunca habiais cabalgado tanto rato como para sentiros fatigados. Hirokazu paraba cada vez que lo deseaba, ya fuera para descansar o tomar un refrigerio como para admirar un paisaje sobre el que acto seguido componía un poema. Os habíais detenido en las mejores posadas y no habiais reparado en gastos en ellas.
Un viaje agradable aunque silencioso.
Y ahora estabais en el cruce de caminos del que partía la única vía de acceso a Mikan Mura. Hirokazu ya te había hablado del Ki-Rin Rojo y había manifestado que parariais en aquella posada de la que le habían contado maravillas. Las grandes nubes de tormenta que se estaban cerrando en torno al cielo cada vez más negro parecian darle la razón.
Lo que Hirokazu no esperaba es que a la entrada de la posada os estuviera esperando un hombrecillo de kimono marrón acompañado por dos fornidos samurais Escorpión. El hombrecillo que lucía en su kimono el mon de un escorpión enroscándose en torno a una mandarina se acercó rápidamente a vosotros.
Bienvenidos nobles Otomo Hirokazu-sama y Otomo Karasu-sama -dijo tras hacer una profunda reverencia enormemente exagerada y falta de todo garbo-. Mucho me complace trasmitirles los efusivos saludos de Sus Excelencias Bayushi Shigeru-sama y su esposa Bayushi Nyoko-sama.
Dado que varios de los invitados a los fesjetos en la ciudad habrían de llegar durante la tarde de hoy, Nyoko-sama ha dispuesto que les sean asignadas las mejores habitaciones de este establecimiento, con el fin de que puedan pernoctar aquí y partir mañana hacia la ciudad, donde se les deparará el recibimiento adecuado a su categoría, que siempre será más espléndido bajo la luz de Amaterasu que en la penumbra propiciada por el Señor Luna. Asimismo, estas nubes presagian una noche agitada, sería terrible que les pillara la lluvia en el camino.
Si desean pasar la noche aquí, se les servirá una exquisita cena a la que le seguirá un concierto para todos los invitados a modo de preludio de las amenidades que han sido preparadas para los días próximos.
Yo, Kimihiro, el insignificante Primer Chambelán de Su Excelencia, queo a la espera de su decisión.
El discurso del pequeño sicofante no había podido ser más ampuloso. Hirokazu se giró hacia ti, como esperando que dijeras algo. Por como había trascurrido el viaje estabas seguro de que querría pasar la noche en la célebre posada, pero su cortesía le obligaba a permitirte decidir otro rumbo.